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Los ojos de Armando

BEATRIZ RIVAS recuerda así a Armando Vega Gil: “Con ojos inquietos, tiernos y melancólicos, Armando amaba leer ensayos y ficción; era un hombre muy culto, buen conversador. Crítico. Pero, sobre todo, un ser sensible y de lágrima fácil”.

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Armando Vega Gil iba por la vida con los ojos tristes y, al mismo tiempo, lúdicos. Luminosos. Su mirada era profunda y tierna: la de un creador sensible e inteligente. La de alguien que ve más allá y necesita encontrar respuestas. Era mi mejor amigo y, a veces, fungía de padre, hermano, hijo y hasta ex marido. Me contagiaba su poder aunque, en ocasiones, su fragilidad me angustiaba

Armando fue un hombre multifacético. Aunque es más conocido por haber fundado el grupo de rock Botellita de Jerez y haber formado parte de él hasta su último aliento, pocos saben que hacía de todo: estudió antropología en la ENAH, era bajista, vocalista, escritor de novelas para adolescentes y adultos. Poeta sensible. Sabía muchísimo de música y cine; conducía un programa de radio precisamente sobre el séptimo arte. Fue buzo y alpinista (una vez estuvo a punto de morir en lo alto del Aconcagua). Hacía reportajes sobre viajes para varias revistas. Era aficionado a los buenos vinos y a la comida: disfrutaba tanto un taco de buche en un puesto callejero, como un elaborado platillo gourmet de un elegante restaurante parisino. Fue guionista, dirigió cortometrajes y hasta sabía actuar. Su prosa, muy original, juguetona y transgresora, se puede disfrutar en sus 32 libros publicados. Ganó premios de literatura y, gracias a su paternidad tardía, comenzó a escribir cuentos y canciones para niños. Creó el espectáculo del “Ukulele loco” como homenaje a su hijo Andrés. Era un “turista” sabio y práctico que viajaba ligero: poca ropa, su ukulele y una libreta de hojas blancas donde lo mismo anotaba poemas que se le ocurrían, que dibujaba el rostro del personaje que tenía enfrente. ¡Ah!, casi olvido decir que su mirada aguda y susceptible se reflejó, también, en su papel como fotógrafo, cuyo testimonio queda todavía en Instagram.

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Con ojos inquietos, tiernos y melancólicos, Armando amaba leer ensayos y ficción; era un hombre muy culto, buen conversador. Crítico. Pero, sobre todo, un ser sensible y de lágrima fácil: de ahí su apodo del Cucurrucucú. Sus abrazos eran deliciosos y así, con ese cariño y ternura con la que acogía a sus amigos y amigas, abrazaba, también, diversas causas. Aunque tenía poquísimo dinero, era el primero en ofrecer su voz, su pluma, su creatividad enorme, para ayudar a los grupos vulnerables. Las injusticias sociales lo encendían de furia y, enseguida, proponía conciertos o escribía artículos de apoyo a quienes lo requerían: los familiares de los 43 estudiantes de Ayotzinapa o a aquellos que se quedaron sin hogar en el terremoto de 2017, por ejemplo.

Armando se indignaba ante cualquier abuso. Con toda su creatividad y solidaridad, formó parte del colectivo Ojos de Perro contra la impunidad, que se fundó en noviembre de 2014 con el objetivo de “realizar investigaciones, productos de comunicación y documentales con temas sobre justicia, corrupción, igualdad, derechos humanos, de las mujeres y medio ambiente”. Además de utilizar su calidad de personaje público para promover la lucha de esta organización, Armando diseñó la ilustración de un gracioso perro con los ojos amarillos y saltones. También escribió y compuso la canción del grupo, en 2015.

La vida cotidiana, con las agendas siempre llenas, a veces nos supera. Tal vez esa fue la causa de que el video de la canción no se estrenara hasta apenas la semana pasada (cinco años después de haber sido grabado), a manera de homenaje póstumo para conmemorar un año del suicidio de nuestro querido Armando Vega-Gil, quien decidió quitarse la vida el primero de abril, en una madrugada de una primavera apenas inaugurada. Una primavera bañada de jacarandas como las que, hoy mismo, ahí afuera, nos esperan. 

En blanco y negro, podemos ver al músico y escritor tocando su ukulele y cantando: Gruñe que gruñe, la libertad / son los aullidos de la verdad / contra el abuso de autoridad / contra el que goza de inmunidad…

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Escuchar esa voz nos llena de melancolía. Su presencia hace falta. El día de la filmación, a varios miembros de Ojos de perro nos fue imposible asistir, esa fue una de las razones por las que no se hizo público el video; así que, ahora, con el encierro por culpa del coronavirus, decidimos terminar la grabación, cada quien enviando nuestra imagen y voz desde el aislamiento obligado.

Ojos de perro contra la impunidad, además de mantener una presencia constante en los medios, entre otras cosas, ha producido dos documentales: Mirar morir; el ejército en la noche de Iguala (2015) y No se mata la verdad (2018); crónica de los años sangrientos para los periodistas de México. ¿El enemigo a vencer? La impunidad, la injusticia. La corrupción que se trasmina de una capa a otra de la sociedad.

Hoy, ahogados en este contexto de incertidumbre y temor ante las amenazas a nuestra salud y economía, la mirada de Armando se hubiera ensombrecido. A veces, sus ojos desolados contagiaban tristeza y desesperación. En Ojos de perro preferimos recordarlo indignado, pero entusiasta. Sabio poseedor de una certeza: de que siempre es posible aportar algo creador y creativo para transformar al mundo y, así, convertirlo en un lugar mejor, más justo y más, mucho más amoroso.

 

Cantemos juntos para conmemorar y celebrar su paso por la vida. Sigamos luchando contra la impunidad.

 

@Brivaso



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