Omar García Harfuch informa del aseguramiento de un buque con 10 millones de litros de diésel en Altamira, Tamaulipas, pero omite señalar que es de Singapur y venía del Puerto de Beaumont en Texas.
Cuauhtémoc Blanco: Impunidad y simulación
El desafuero de Cuauhtémoc Blanco, acusado de tentativa de violación sexual, se convirtió en una prueba crucial para Morena, el Congreso y la promesa de justicia. La Sección Instructora de la Cámara de Diputados rechazó la solicitud de desafuero, ignorando la obligación de practicar diligencias y garantizando la inmunidad al exgobernador de Morelos. La situación se tornó más polémica cuando Blanco usó su fuero para hacer un acto de propaganda en lugar de buscar justicia. Mientras la víctima sigue sin protección, Cuauhtémoc Blanco permanece blindado por el poder político
Omar García Harfuch informa del aseguramiento de un buque con 10 millones de litros de diésel en Altamira, Tamaulipas, pero omite señalar que es de Singapur y venía del Puerto de Beaumont en Texas.
POR JUAN ORTIZ /LUPA LEGISLATIVA
EMEEQUIS.–El desafuero de Cuauhtémoc Blanco era una prueba de fuego. No solo para él, sino para Morena, para el Congreso y para la promesa —cada vez más hueca— de que “llegamos todas”. El resultado fue una escena de teatro mal montado, donde la justicia se esfumó entre aplausos, empujones y pactos políticos.
Todo empezó con una denuncia grave: tentativa de violación sexual. La víctima: su media hermana, Nidia Fabiola Blanco. El hecho: diciembre de 2023. La calidad del acusado: exgobernador de Morelos, hoy diputado federal por Morena, blindado por el fuero constitucional.
EL BLINDAJE
El 6 de febrero de 2025, la Fiscalía de Morelos solicitó su desafuero ante la Cámara de Diputados. Desde entonces, la Sección Instructora jugó con los tiempos. No una, ni dos, sino tres veces pospuso recibir la solicitud. Hasta que, en la cuarta sesión, decidió desecharla, declarando que era “notoriamente improcedente”.
Pero la ley dice otra cosa. El artículo 25 de la Ley Federal de Responsabilidades de los Servidores Públicos establece que la Sección Instructora debe practicar todas las diligencias necesarias para determinar si hay elementos suficientes para proceder penalmente. No solo pueden hacerlo. Están obligados. No lo hicieron.
El 25 de marzo, con 291 votos a favor, 158 en contra y 2 abstenciones, se cerró el caso. Pero no sin escándalo. El dictamen se publicó apenas unas horas antes del debate. La sesión coincidió con el Día Naranja, dedicado a visibilizar la violencia contra las mujeres. La tribuna se convirtió en campo de batalla… y terminó en un show degradante.
Cuauhtémoc Blanco subió a hablar sin estar en lista de oradores, violando el procedimiento legislativo. Lo hizo rodeado de diputadas que gritaban “¡no estás solo!”. Lo hizo usando su fuero, que le garantiza inmunidad. Lo hizo en un acto de propaganda, no de justicia.
Las diputadas de MC, PAN, PT y del propio Morena lo encararon. Algunas, como Megda Salgado, recordaron que Blanco las amenazó en el pasado. Otras, como Ivonne Ortega, subieron a exigirle la licencia. Fue en vano.
Blanco nunca pidió licencia. Y lo peor: votó a favor de su propio blindaje. Y como si fuera poco, se permitió que usara la tribuna como acusado, mientras a otras diputadas se les retiró el sonido. Un despropósito institucional.
EL DÍA DESPUÉS
Al día siguiente, el 26 de marzo, Claudia Sheinbaum intentó deslindarse del desastre. “Sería muy bueno que Cuauhtémoc Blanco fuera a declarar a la Fiscalía”, dijo. “La decisión es del Congreso”, repitió.
Pero el gesto fue vacío. Sin desafuero, no hay acción penal posible. Declarar ante la Fiscalía sin quitar el fuero no es valentía, es simulación.
Y eso fue exactamente lo que hizo Cuauhtémoc Blanco: llegó a la Fiscalía de Morelos con todo y escoltas, camionetas blindadas y fuero constitucional intacto. No podía ser detenido, imputado ni procesado. No acudió como ciudadano común. Acudió como político blindado.
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Ese mismo día, el coordinador de Morena en San Lázaro, Ricardo Monreal, decidió presentarse como otra víctima. Lamentaba las críticas por la decisión de blindar a Blanco. Y denunció una “guerra sucia” de la oposición. Llamó “heroínas temporales” a las diputadas que votaron en contra del dictamen. Y aseguró que el desafuero fue frenado para “proteger a la víctima”.
Nada más falso. Porque el procedimiento legal no terminó con la devolución del expediente a la Fiscalía, sino con el desechamiento de plano. Porque la Sección Instructora nunca realizó diligencias suficientes, nunca notificó adecuadamente a la víctima, y jamás valoró con perspectiva de género. Porque el propio abogado de la denunciante, Rodrigo Dorantes, explicó que ni a él ni a la Fiscalía les permitieron intervenir formalmente. Y porque, además, el artículo 25 de la ley los obliga a hacerlo.
Monreal no defendió a la víctima. Blindó a su aliado. Y lo hizo apelando a acuerdos internos que solo benefician a los acusados. Al final, el coordinador de los diputados de Morena logró un premio mayor: tener a un político con fuertes redes políticas y financieras en Morelos que le debe la libertad.
EL PACTO
El voto mayoritario vino de una extraña alianza entre Morena, el PRI y el PVEM. 33 votos del PRI blindaron a Cuauhtémoc Blanco. El pacto fue sacado a la luz: “Alito por Cuauhtémoc”, denunció la diputada Lilia Aguilar Gil, del PT. Como avance el proceso de desafuero del dirigente nacional del PRI se verá el alcance del pacto.
Y mientras tanto, el diputado morenista, Alfonso Ramírez Cuéllar, propuso una reforma para eliminar el fuero a legisladores y gobernadores. La presentó un día después de votar por proteger a Blanco. Una ironía tan grotesca como cínica.
Un total de 25 diputados y diputadas de Morena votaron contra el acuerdo de bancada. Entre ellas, Julieta Vences, Megda Salgado, Anais Burgos, Claudia Rivera y Xóchitl Zagal. Lo hicieron con valentía, en contra de la línea, en defensa de la víctima. Pero no fue suficiente.
Cuauhtémoc Blanco sigue con fuero. La víctima sigue sin justicia. El Congreso sigue como antes.
Esta historia no es solo sobre un futbolista devenido en político. Es sobre el pacto de impunidad que atraviesa al poder. Es sobre un procedimiento legal convertido en farsa. Es sobre cómo la narrativa feminista del oficialismo se diluye cuando el acusado es “de casa”.
No se trataba de declarar culpable a Blanco. Se trataba de permitir que la justicia hiciera su trabajo. Pero en esta Cámara de Diputados, un presunto agresor sexual vale más que la palabra de su víctima.
Y eso, no se olvida. Ni se perdona.
@emeequis