La comunidad de Santa Rosa Xochiac, en Álvaro Obregón, ha revitalizado la ancestral tradición de elaborar, desfilar y quemar los shimos —monigotes de cartón de 2–3 m que personifican el mal— gracias al Grupo Cultural “Los de Siempre”, que planifica y construye estas gigantescas figuras cada Semana Santa para reforzar su identidad y cohesión social.
AMLO: Miente, que algo queda
El fallo del tribunal revela con contundencia que el régimen anterior desplegó una estrategia de propaganda institucional disfrazada de transparencia, donde las mañaneras se convirtieron en un micrófono de garrote para silenciar la disidencia y construir “verdades oficiales” posfactuales. Esta sentencia no solo sanciona una violación constitucional, sino que también expone el alto costo social de un poder que confundió narrativa con realidad
La comunidad de Santa Rosa Xochiac, en Álvaro Obregón, ha revitalizado la ancestral tradición de elaborar, desfilar y quemar los shimos —monigotes de cartón de 2–3 m que personifican el mal— gracias al Grupo Cultural “Los de Siempre”, que planifica y construye estas gigantescas figuras cada Semana Santa para reforzar su identidad y cohesión social.
POR JUAN ORTIZ / LUPA LEGISLATIVA
EMEEQUIS. -Un tribunal federal acaba de decir lo que durante seis años fue evidente, pero costoso de señalar: el gobierno anterior mintió de forma sistemática. Lo hacía desde el poder, con recursos públicos, y bajo la idea de que todo se justificaba por estar “del lado del pueblo”.
No fue un exceso de comunicación. Fue una estrategia deliberada. Una maquinaria institucional para imponer una verdad oficial y perseguir la disidencia.
La sección “¿Quién es quién en las mentiras?” no fue un espacio de aclaración. Era un paredón mediático disfrazado de transparencia. El Vigésimo Tribunal Colegiado en Materia Administrativa del Primer Circuito la calificó como un “sistema de propaganda gubernamental posfactual que deforma la verdad desde el poder y reprime a la prensa crítica”.
Es decir: una violación constitucional.
MICRÓFONO COMO GARROTE
Desde el púlpito presidencial, durante 1,416 conferencias matutinas, el expresidente Andrés Manuel López Obrador impuso una lógica binaria: si tú disentías, eras corrupto. Si lo cuestionabas, mentías. Si eras crítico, eras enemigo.
Según el analista Luis Estrada, director de SPIN-Taller de Comunicación Política, el promedio de afirmaciones falsas o engañosas en cada mañanera fue de 120 por conferencia.
Las cifras se manipulaban, los contextos se torcían, y los nombres se exponían sin pruebas. Se convirtió en una política de linchamiento narrativo. A algunos periodistas se les acusó de recibir millones. A otros, se les revelaron datos personales, violando su seguridad y dignidad.
La sección presentada por Ana Elizabeth García Vilchis —sin sustento legal ni parámetros claros— se convirtió en una tribuna institucionalizada de estigmatización. Un instrumento de castigo simbólico desde el poder. Y ahora lo confirma el Poder Judicial.
Pero el problema no era solo ella. Era el diseño entero: un aparato que disfrazaba propaganda de información, y vinculaba la crítica con traición a la patria.
MENTIRAS QUE CONSTRUYERON UN SEXENIO
- “Tenemos un sistema de salud mejor que el de Dinamarca”.
- “Ya no hay corrupción en las compras de medicamentos”.
- “Somos autosuficientes en gasolina”.
- “Los delitos han bajado”.
- “Encontraremos a los jóvenes de Ayotzinapa”.
Cada frase, cada cifra, cada narrativa fue desmentida por medios como Animal Político, Verificado, México Cómo Vamos, y organismos internacionales como la CIDH.
Pero se repitieron hasta que se convirtieron en verdad política, aunque fueran mentira empírica. Porque en el obradorismo, la verdad no es lo que se puede probar, sino lo que se puede sostener con aplausos.
UN FALLO QUE REVELA UN MODELO
La resolución a favor del periodista Raymundo Riva Palacio va más allá de ser un triunfo legal. Es una radiografía de lo que fue el poder en el sexenio pasado.
El tribunal dijo lo evidente: esa sección fue creada sin base legal, operó sin reglas, y vulneró derechos fundamentales. No solo estigmatizó. Canceló la posibilidad de un debate plural, deformando el acceso a la información.
Y aunque ordena una disculpa, el daño ya está hecho. Porque no se trató de un caso, sino de un método. Mentir no fue la excepción. Fue la regla.
EL COSTO DE LA POSVERDAD
Hoy, el Poder Judicial trata de restaurar lo que el discurso destruyó: la confianza pública. Pero eso no se logra solo bajando videos o pidiendo disculpas. Hace falta una nueva cultura del poder: una que no confunda narrativa con verdad, ni propaganda con legitimidad.
López Obrador prometió no mentir, no robar, no traicionar. Pero su gobierno mintió sistemáticamente, robó los espacios públicos para hostigar, y traicionó el derecho a disentir.
Ahora, el país enfrenta no solo la herencia de sus decisiones, sino también la resaca de sus mentiras.
@Juan_OrtizMX