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“¿Quién reparará el daño y la tortura?”: Dulce, casi 20 años presa e inocente

Dulce María Obregón pasó 19 años en prisión por un secuestro que no cometió. Fue torturada, encarcelada injustamente y separada de su hijo. En 2024, tras una larga lucha legal, logró su absolución definitiva y ahora exige justicia y reparación por los años perdidos

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13 DE DICIEMBRE DE 2024
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EMEEQUIS.- A Dulce María Obregón le robaron casi dos décadas de su vida. Para ella, rememorar lo que implicó estar 19 años presa por un delito federal -uno que no cometió y que hasta finales de noviembre de este año fue absuelta tras no encontrar ni una sola prueba que comprobara su culpabilidad en el secuestro del hijo de su ex jefe- es doloroso pero necesario pues contar su historia es recuperar su dignidad en la búsqueda, ahora en libertad, de justicia y reparación del daño.

TORTURADA Y PRIVADA DE LA LIBERTAD

La historia comenzó en 2002 cuando Dulce tenía 28 años y trabajaba en una empresa textil en el Estado de México. El hijo de su jefe, el empresario Salomón Yedid, había sido secuestrado. Dulce estaba laborando en la empresa y junto con otros trabajadores atestiguó los hechos y posteriormente se presentó en varias ocasiones a ratificar su declaración.

Sin embargo, en el 2004 su caso dio un giro importante cuando minutos después de dejar a su hijo de 5 años en el kinder, hombres armados no identificados la detuvieron sin una orden de aprehensión. Posteriormente supo que fue trasladada a las oficinas de la extinta AFI (Agencia de Investigación Federal) y en ese lugar pasó varias horas siendo torturada, golpeada y amenazada por el propio Yedid y los agentes.

En el Estado de México, de acuerdo con la Encuesta Nacional de Población Privada de la Libertad (ENPOL) realizada por el INEGI en 2021, el 28.7% de las personas privadas de la libertad señalaron que fueron detenidas en la calle sin una orden de detención.

A partir de ese momento, su vida no volvió a ser la misma: la culpaban por los delitos de delincuencia organizada y secuestro, algo que no había cometido, no había pruebas y los agentes estaban obligándola a declarar que estaba detenida por ser una secuestradora.

Me dijeron que había una persona que me estaba mencionando y que yo tenía que confesar lo que había hecho. Me negué todo el tiempo a decir algo que yo no había hecho ni sabía por qué me tenían ahí así que me bajaron a las calderas y me amenazaron para que firmara una declaración que quién sabe qué decía“, recuerda.

Desde el 16 de febrero de 2004 y durante tres días, Dulce permaneció incomunicada salvo una única llamada el día que fue detenida en la que pudo llamar a su abuelita para pedir que fueran por su hijo al kinder, ésto sin decir en dónde estaba porque un agente estaba a su lado.

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Tenía unos años que me había separado y estaba sola, éramos solo mi hijo y yo, me angustiaba mucho en ese momento qué iba a pasar con él”, relata.

Las versiones comenzaron a chocar. Contrario a la realidad de Dulce, mientras ella era torturada, agentes le dijeron explícitamente que si ella estaba ahí en las calderas era porque aún no tenían detenido a algún culpable y lo necesitaban ya para cobrar el seguro.

Mientras que la versión que los agentes asentaron en las actas era que supuestamente habían recibido a partir de los dichos de un tercero era que Dulce andaba con un hombre apodado como “El Moles” y como ella era la secretaria, sabía el flujo de dinero que había en la empresa y planeó el secuestro.

Pero no era cierto. “Yo le decía a mi abogado de ese momento que mi prueba más grande era que en el Seguro Social estaba inscrita como ayudante en general, yo nunca fui su secretaria como tal. Tenía unos meses que mi jefe (Salomón Yedid) me había dicho que si quería ser secretaria, entonces estaba apenas tomando ese papel pero las cosas personales, cuentas y todo yo no lo llevaba, era muy poquito tiempo”, recuerda Dulce.

De los actos de violencia señalados por la ENPOL, Dulce fue incomunicada, aislada, amenazada con cargos falsos y amenazada con hacerle daño a ella y a su familia.

AÑOS, ENFERMEDAD Y TRASLADOS, “TODOS LO VIVEN”

El mejor ejemplo que encuentra Dulce para describir su caso es una montaña rusa de emociones, pues en los 19 años que estuvo privada de su libertad vivió una infinidad de subidas y bajadas las cuales incluyeron dos sentencias, una en 2007 y otra en 2017 donde la señalaban como culpable pero que en ambas apeló y pudo reiniciar el proceso.

Los traslados entre penales fueron otro ingrediente que sumó a su travesía, pues durante los años privada de la libertad, Dulce fue recluida en los penales de Almoloya de Juárez en Toluca, Chiconautla en Ecatepec y Tepozanes en Nezahualcóyotl.

Durante su estancia en Toluca, en 2012, Dulce adquirió una bacteria en la cabeza y por negligencia de las autoridades penitenciarias no fue trasladada al hospital inmediatamente, sino hasta 15 días después de la presión que la familia hizo.

Llegué al hospital convulsionándome y permanecí en coma durante 26 días, ya cuando me dieron un poco de alta fue cuando pude estar en el penal de Ecatepec rehabilitándome, aprendiendo de nuevo a hablar, esperando que creciera mi cabello”, recuerda.

Pero posteriormente, tras una mayor recuperación, fue nuevamente trasladada de Chiconautla a Almoloya, y en Toluca nuevamente regresó la travesía para la familia, pues al ser de Ecatepec, los traslados y gastos para viajar a Toluca se elevaban y no era redituable para la familia poder visitarla seguido.

Cuando estuve en Almoloya, mi mamá y mi hijo me podían visitar dos o tres veces al año mientras que en Ecatepec podía verlos cada 15 días”, recuerda y subraya que la vida penitenciaria también la viven las familias.

Mientras tanto, el proceso de Dulce se vivió entre cambios de abogados, pérdida de pruebas y un sinfín de ilusiones y desilusiones.

Llegamos a un punto en el que mi hijo me decía, ya no me digas que pronto saldrás porque no pasa, y precisamente ese es el punto que Dulce destaca como lo más duro de todo el tiempo privada de la libertad:

Mi vida, la vida de mi mamá, de mi hijo, cambiaron. Todas nuestras vidas cambiaron económica, emocional y en todos los sentidos; mi hijo pasó a no tener a ninguno de sus padres, a crecer solo porque mi mamá trabajaba para sostenerse ambos, mi hijo pasó por varias adicciones y tuvo que rehabilitarse, hizo su familia, ahora soy abuela y no pude estar en tantos momentos importantes porque me acusaron de algo que no hice y vivo la culpa de no haber podido apoyar, lamenta.

Al respecto, la ENPOL señala que la población privada de la libertad en centros penitenciarios del Estado de México tenía un alto porcentaje de personas dependientes económicas al momento de ser detenidas: 81.9%, una cifra por encima del porcentaje nacional.

LA ABSOLUCIÓN

Con el paso de los años, de haber acreditado mediante dos Protocolos de Estambul que había sido víctima de tortura y abuso y de tener “todo a favor” para salir pronto, los años siguieron pasando.

Pasé por muchas desilusiones, muchas veces pensé que tenía todo para salir ya y de pronto me decían que habían vencido los plazos o que ya no podían hacer nada por mí, así que al mismo tiempo que había sido trasladada a Neza comencé a enfocarme en un nuevo trabajo en hacer amigurumis (figuras tejidas) y tratar de aportar algo económicamente con mi mamá y para mi hijo”, recuerda.

Pero en 2022, un cambio radical llegó:

Conocí a una asociación civil donde me dijeron que podían ayudarme y tratar de cambiar mi medida cautelar para que pudiera llevar por fuera la resolución de mi caso”… y así fue. Seis meses después (en el segundo semestre de 2023) Dulce María estaba fuera de prisión, tenía que ir a firmar al penal cada quince días y después cada mes y en mayo de 2024 tuvo una sentencia absolutoria.

Sin embargo, la defensa de su ex jefe apeló por lo que su caso tuvo que ser tomado el caso por el Primer Tribunal Colegiado de Apelación del Segundo Circuito, quienes el 28 de noviembre de 2024 ratificaron la absolución.

¿QUIÉN PAGARÁ EL DAÑO?

Falta poco para que Dulce María cumpla 50 años y señala que casi 20 los vivió en un proceso que no tenía que vivir, plagado de irregularidades, violencia, tortura e indiferencia por una gran parte de las autoridades municipales, estatales y federales de los tres poderes.

Ahora, la lucha por la justicia tras la justicia es otra y la mujer, una falsa culpable, busca que se repare el daño por todas las violaciones a sus derechos humanos.

No olvidaré que un día vi que mi foto la publicaron en una noticia junto a los presuntos secuestradores de Laura Zapata. Nadie me va a devolver estos años, ni siquiera me dijeron ‘usted disculpe’, nada. ¿Quién va a reparar el daño? Ahora por eso voy a luchar”, sentencia.

@FridaMendoza_



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