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Estudiantes narran abusos en Ollin: limpiar el piso con la lengua, pelear por comida…

Dos exalumnos comparten con EMEEQUIS los abusos cotidianos a los que son sometidos los estudiantes de la Academia Ollin Cuauhtémoc, como Erick, quien fue castigado por defender a una compañera. Se derrumba el “código de silencio”.

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Estudiantes son sometidos a constantes abusos de acuerdo con testimonios obtenidos por EMEEQUIS. (Fotos proporcionadas por los entrevistados).

EMEEQUIS.– Obligarlos a limpiar el suelo con la lengua, recibir patadas en el estómago, someterse a ejercicios extremos que lastimaban sus nudillos, así como sufrir agresiones y golpes con la tonfa policial en las piernas y el abdomen, fueron algunas de las sanciones que la Academia Ollin Cuauhtémoc implementa para imponer una supuesta “disciplina en pañales” a sus estudiantes, de acuerdo con testimonios.

Comer pasto para apaciguar el hambre y tomar sorbos de agua del depósito del baño debido a la apremiante sed eran cosas que los alumnos llegaban a hacer a escondidas en los campamentos, bajo la amenaza de ser castigados si los sorprendían. 

La muerte de Erick Terán Torbellín el 25 de abril, debido presuntamente a golpes que derivaron en estallamiento de vísceras, ha destapado la cloaca que, desde hace años, persiste dentro de la Academia Militarizada Ollin Cuauhtémoc. 

Erick habría sido golpeado por defender a una amiga, narran exalumnos que preguntaron entre testigos presenciales.

Los alumnos son maltratados física, emocional y psicológicamente por un supuesto grupo de “especialistas” que abusa de su autoridad y los llegaban a llamar “neandertales”, “cobardes” e “inútiles”, además de imponerles un código de silencio, comparten dos estudiantes egresados. 

Actualmente, existen más de 30 denuncias en contra de la academia, según reportes de medios.

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Josué y Marisol (en el caso de la exalumna, se usa seudónimo a petición de ella), son dos exalumnos que estuvieron en la Academia Militarizada Ollin Cuauhtémoc de 2023 a 2024. Ellos relatan a EMEEQUIS cómo, durante su estancia, junto con sus compañeros, fueron maltratados físicamente e incluso llegaron a comer pasto y tomar agua de los despachadores por la privación prolongada de alimentos. 

Josué llegó con el sueño de convertirse en militar, sin embargo, lo que encontró dentro no fue lo que él ni su familia esperaban. Junto con su madre, Lili, relata que por cualquier motivo eran “arrestados”, lo que significaba quedarse después del horario escolar para realizar ejercicios extremos y limpiar las instalaciones.

Los castigos se llevaban a cabo en un patio de gravilla e incluían hacer lagartijas bajo el sol. Sin previo aviso, los monitores podían propinar una patada en el estómago o arrojar tierra al rostro. 

En cuclillas bajo el sol.

Derick, de apenas 17 años, fue uno de los monitores que, sin razón aparente, le dio una patada en el vientre a Josué. La posición forzada sobre gravilla provocó ampollas en las manos y, al cambiar de postura, los nudillos también se veían gravemente afectados. No era raro que Josué saliera de la escuela con moretones, raspones o sangrado, sin embargo, no mencionaba mucho a su familia por el llamado “código del silencio”. 

Él llegó a estar arrestado desde las 8:00 de la mañana hasta las 11:00 de la noche, sin recibir alimentos ni agua. Durante ese tiempo, tenía que limpiar la escuela y hacer ejercicio bajo el sol. Esta sanción fue consecuencia de no asistir a un desfile en Michoacán.

“La violencia del arresto dependía de quién te lo aplicara”, explica Josué. Por su parte, las autoridades del plantel justificaban estos castigos como parte de la “disciplina” militar que debían inculcar a los alumnos.

CÓDIGO DEL SILENCIO

Todos estos actos se sostenían en las sombras debido al llamado “código del silencio”. Los estudiantes eran amenazados por monitores y autoridades: “Lo que ocurría en la academia debía quedarse en la academia, pues formaba parte de  la formación disciplinaria. Si decías algo, te volvían a arrestar toda una semana”, menciona Josué.

Incluso se invitaba a los padres a informar a la escuela sobre las supuestas “malas conductas” de sus hijos, para que los monitores se encargaran de castigarlos. “Podías ir a la escuela y ellos se encargaban del arresto”, recuerda Lili, quien asegura que varios padres lo permitían.

“LIMPIAR EL PISO CON UN TRAPO O CON LA LENGUA” 

Marisol entró en segundo año de secundaria, su meta era la Marina, por lo que su familia vio bien que comenzara una educación militar. Ella cuenta que, debido a que su familia era puntual con los pagos y ella tenía buen promedio, no se ensañaron “tanto”, sin embargo, le lastimaron la cadera, la rótula de la rodilla y el pie, por lo que ahora no puede hacer mucho ejercicio. 

En el adiestramiento militar le solicitaron hacer lagartijas y, al no bajar lo suficiente el tronco, un monitor le dijo “bajas por que bajas” y colocó su pie sobre ella, ejerciendo la suficiente presión para lastimar su cadera.

Marisol cuenta que, en ocasiones, se llegaron a quedar sin profesores debido al bajo salario que recibían “les pagaban dos pesos por alumno”, sin embargo, el profesor Efraín les daba clases de matemáticas, química y taekwondo

Eran castigados por cualquier cosa.

Era el profesor más temido debido a que era sumamente severo y en ocasiones castigaba a los alumnos pidiendo que “limpiaran el tatami con la lengua”. 

Además, la escuela operaba a nivel primaria y preescolar. Los alumnos de dichos grados también eran castigados en el patio, junto a los adolescentes de secundaria. Aunque Marisol matiza y afirma que no eran tan severos con los menores. 

En cuanto a los monitores, ella afirma que en ocasiones existían amenazas sobre los arrestos y aquel que se negara a la dinámica era castigado “te decían, si no los arrestas bien, vamos contra ti”, y añade que ella no participó como monitora debido a la violencia que existía, aunque la escuela se lo ofreció. 

Las peleas de lagarto, en las que se daban manotazos, también eran comunes, al igual que quedar en forma de pato en pleno rayo de sol o poner la cabeza en el piso. En una ocasión, Marisol recuerda que uno de los monitores mencionó: 

“Se ponen de lagartija para que se traguen la tierra, porque eso les gusta”. 

En otro momento, recuerda que estaban practicando formación militar y un alumno se desmayó. Los instructores solo optaron por arrastrarlo y colocarlo en donde le diera el sol, mencionando a sus compañeros “ahí déjenlo”. 

Una más fue cuando un alumno se vomitó en los honores a la bandera por lo que la monitora expresó “te aguantas y a la otra te lo tragas”. 

Frases como: “aprende a soportar el dolor”, “el dolor es psicológico” “ponte duro para que aguantes”, eran mencionadas mientras el alumnado era azotado con la tonfa policial.   

¿CÓMO SE VENDÍA EL CAMPAMENTO DONDE MURIÓ ERICK?

Las mamás de Josué y Marisol explican que Angélica, quien se presentaba como psicóloga, promocionaba el campamento como una experiencia de tres días donde los menores aprenderían técnicas de supervivencia. También prometía ayudar a mejorar su promedio escolar. El costo rondaba los 2 mil pesos y se pedía a los padres que enviaran a sus hijos con comida, agua y un disfraz.

Las autoridades aseguraban que habría un psicólogo para detectar si alguno de los niños tenía traumas o había sido víctima de violencia sexual. Sin embargo, en el campamento las amigas de Marisol comían pasto, debido a la prolongada falta de alimentos. 

También recurrieron a abrir los despachadores de agua de los baños para sorber un poco, todo en completo silencio debido a que, si eran sorprendidos, existían sanciones físicas. 

“Tomen agua de la llave o del depósito del baño y van a ver cómo les va”, menciona que fueron amenazados. Marisol afirma que durante el campamento tampoco les permitían ir al baño cuando lo necesitaban, pese a que algunas estaban en su periodo menstrual, por lo que se escapaban de los monitores cada que podía. 

LUCHA GRECORROMANA PARA COMER

En el campamento, nada de lo prometido se cumplió. Las adolescencias  eran obligadas a enfrentarse en luchas grecorromanas para ganarse la comida. Al final, se les entregaba una lata de atún para cuatro o cinco personas y un litro de agua. Mientras tanto, la comida enviada por los padres era resguardada y aprovechada por los monitores.

Los monitores eran en realidad parte del equipo administrativo, como Juan Carlos, quien se presentaba como “capitán” y fungía como director de la academia. Sin embargo, según testimonios de varias madres, Juan Carlos no pertenecía a ninguna agrupación militar; simplemente se hacía llamar así. al igual que Angélica, Alexa, Sebastian, Mariano, Mariana, Rodrigo, Alisson, etc. Quienes en parte son familiares y se encubren entre sí. 

Josué se enteró de la muerte de Erick a través de sus compañeros. Le contaron que todo comenzó cuando Erick defendió a una alumna a la que los monitores estaban golpeando. 

Por esa razón, Erick fue agredido y arrastrado. Durante la noche comenzó a sentirse mal y pidió su inhalador, pero no se lo proporcionaron. Tampoco le dieron alimentos ni bebidas. En su lugar, fue pateado nuevamente por los monitores.

Al día siguiente, Mariana, una de las monitoras, lo habría amarrado de manos y pies y arrastrado por el campo. Todo terminó en el transporte de regreso a la Ciudad de México, donde Erick sufrió un aparente desmayo y luego, la muerte. 

Ahora la institución está llena de mensajes en sus redes sociales, tras la muerte de Erick, el código del silencio se rompió y los menores están hablando de lo que vivieron dentro.  Las carpetas de investigación se acumulan y si bien hay un sector que defiende las prácticas de la escuela, cada vez parece ser más reducido. 

Mientras esta reportera esperaba a las afueras de la escuela, pasaron dos vecinos ya de edad avanzada, y uno le dijo al otro: “Lo hicieron tan hombre que lo mataron”, para esta reportera, eso también es parte del código que cobró la vida de Erick. 

@MarRome259 



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