Entre una deuda que sigue creciendo y subejercicios millonarios en salud, seguridad y ciencia, lo que se ve no es austeridad. Es abandono presupuestal.
Sale humo negro del Vaticano: aún no hay Papa
El Vaticano lanzó humo negro, anunciando que aún no se toma la decisión de quién tomará el trono de San Pedro.
Entre una deuda que sigue creciendo y subejercicios millonarios en salud, seguridad y ciencia, lo que se ve no es austeridad. Es abandono presupuestal.
No hay Papa aún.
EMEEQUIS.- Poco después de la 1 de la tarde, hora México, el Vaticano lanzó humo negro, anunciando que aún no se toma la decisión de quién tomará el trono de San Pedro.
Según información del Vaticano News, durante el cónclave, los 133 cardenales electores reciben papeletas rectangulares, doblables y numeradas, con espacio para escribir el nombre del elegido. Estas se distribuyen al menos en doble o triple cantidad a cada elector. Previo al voto, se sortean tres escrutadores, tres infirmarii (que recogen los votos de cardenales enfermos) y tres auditores.
Cada cardenal, en orden de precedencia, escribe su voto y lo lleva al altar, pronunciando en voz alta: «Pongo por testigo a Cristo Señor, que me juzgará, de que mi voto es dado a aquel que, según Dios, creo que debe ser elegido». Luego deposita su papeleta en una urna. Si no puede caminar, el escrutador la recoge y la deposita en su nombre. En el caso de enfermos en sus habitaciones, los infirmarii llevan una urna cerrada con llave, verificadamente vacía, para recoger los votos y luego regresan a la Capilla Sixtina.
Tras el depósito total de votos, los escrutadores mezclan las papeletas y las cuentan. Si el número no coincide con los votantes, se anulan todas. Si sí, se abre cada papeleta: un escrutador la lee en voz alta y otro la ensarta en un hilo. Votos dudosos (dos papeletas con mismo o distinto nombre) se cuentan como uno o se invalidan, pero no anulan la votación. Al terminar, las papeletas se queman en una estufa, y el humo —blanco o negro— indica al mundo si hubo elección.
Se requieren 2/3 de los votos —al menos 89 en este cónclave— para elegir Papa. Si no hay elección tras tres días, se hace una pausa de oración y reflexión. Se reanuda el proceso con ciclos de siete votaciones intercalados por pausas espirituales. Si tras varios intentos no hay consenso, la votación final será entre los dos más votados, excluyéndolos del voto, pero manteniendo el requisito de mayoría calificada.
LOS PERFILES MÁS FUERTES PARA EL PAPADO
Aunque el acto parece gobernado por la solemnidad religiosa, el cónclave es también un proceso político y estratégico. La composición del Colegio Cardenalicio, las tensiones internas entre sectores progresistas y conservadores, y el papel geográfico de los candidatos son elementos decisivos. La elección de Francisco en 2013 ya rompió con siglos de hegemonía europea al mirar hacia América Latina; ahora, con voces que piden continuidad a su legado pastoral y reformista, crece la expectativa sobre si el sur global volverá a ser protagonista.
En este contexto, se han intensificado las campañas sucias contra cardenales Papables como Pietro Parolin y Luis Antonio Tagle, con rumores, noticias falsas y críticas anónimas difundidas en redes sociales y medios para desacreditar su gestión, posturas o historial, especialmente en temas como abusos sexuales o finanzas vaticanas; estas tácticas, amplificadas por la polarización entre facciones progresistas y conservadoras dentro de la Iglesia, buscan influir en los 133 cardenales electores y en la opinión pública, marcando un cónclave donde las intrigas tradicionales se combinan con el poder de las plataformas digitales.
Desde Asia, el cardenal filipino Luis Antonio Tagle sobresale por su carisma y sensibilidad pastoral, atributos que lo convierten en un candidato fuerte para continuar con la visión humanista del actual pontificado. Su elección marcaría un hito como el primer Papa asiático, en consonancia con el creciente protagonismo del sur global dentro de la Iglesia. Otros nombres con relevancia internacional incluyen al húngaro Péter Erdő, al africano Peter Turkson y al guineano Robert Sarah, aunque este último representa posturas más conservadoras que podrían no alinear con la tendencia actual del Vaticano.
En medio de la expectación mundial, México sigue con atención el proceso, alentado por la presencia de dos de sus cardenales entre los nombres que circulan: José Francisco Robles Ortega y Carlos Aguiar Retes. Ambos con trayectorias destacadas dentro de la jerarquía eclesiástica, pero con posibilidades que especialistas como Bernardo Barranco consideran limitadas. Mientras tanto, el país observa el humo que brota de la chimenea vaticana con una mezcla de esperanza, prudencia y la certeza de que el futuro del Papado se juega en un tablero mucho más amplio.
Parolin, actual Secretario de Estado del Vaticano, es uno de los favoritos por su cercanía con el Papa Francisco y sus habilidades diplomáticas que lo perfilan como un contendiente sólido. También destaca Matteo Zuppi, arzobispo de Bolonia, quien ha ganado notoriedad por su enfoque progresista y su papel como mediador en conflictos internacionales. Su liderazgo en la Conferencia Episcopal Italiana y su compromiso con el diálogo interreligioso refuerzan su perfil como heredero natural de la línea aperturista de Francisco.
También emergen figuras conservadoras como Raymond Burke, estadounidense conocido por su abierta oposición a Francisco y sus vínculos con sectores políticos afines al expresidente Trump, así como Willem Eijk en Europa y Malcolm Ranjith en Asia, ambos con posturas firmes en temas de moral tradicional. Aunque estos nombres tienen respaldo en ciertos sectores de la Iglesia, su perfil divisivo o su edad podrían jugar en contra en el contexto de una elección que requiere consenso.
El proceso para elegir al próximo Papa, conocido como cónclave, se activa tras la muerte o renuncia del pontífice. Durante la sede vacante, el Camarlengo se encarga temporalmente de los asuntos vaticanos. Días después, los cardenales menores de 80 años se reúnen en Roma para deliberar y votar. Cada jornada contempla hasta cuatro votaciones, y se requiere una mayoría de dos tercios para que un candidato sea elegido. Mientras el humo blanco anuncia al nuevo pontífice, el mundo católico —México incluido— observa con expectación una elección marcada por tensiones geopolíticas, corrientes internas de la Iglesia y la posibilidad de que el sur global vuelva a marcar el rumbo de la historia vaticana.