Miguel Ángel García Hernández, migrante mexicano de 32 años, murió tras días de agonía en un hospital de Dallas luego de recibir múltiples disparos durante el ataque armado contra oficinas del ICE. Su historia simboliza la vulnerabilidad y el dolor de miles de familias migrantes en Estados Unidos
Balas ajenas: Miguel Ángel, el migrante mexicano que murió en el ataque al ICE
Miguel Ángel García Hernández, migrante mexicano de 32 años, murió tras días de agonía en un hospital de Dallas luego de recibir múltiples disparos durante el ataque armado contra oficinas del ICE. Su historia simboliza la vulnerabilidad y el dolor de miles de familias migrantes en Estados Unidos
Miguel Ángel García Hernández, migrante mexicano de 32 años, murió tras días de agonía en un hospital de Dallas luego de recibir múltiples disparos durante el ataque armado contra oficinas del ICE. Su historia simboliza la vulnerabilidad y el dolor de miles de familias migrantes en Estados Unidos
EMEEQUIS.- El miércoles que Dallas se tiñó de miedo y fuego, la vida de Miguel Ángel García Hernández terminó de forma cruel e inesperada. Tenía 32 años, era originario de México y había llegado a Estados Unidos a los 13 años, como muchos migrantes que cruzan con la esperanza de construir un futuro.
En suelo estadounidense se casó con Stephany Gauffeny, con quien formó una familia. Esperaban a su quinto hijo, que estaba a punto de nacer, pero Miguel ya no alcanzó a conocerlo.
UN HOMBRE ENTRE EL TRABAJO Y LA RESPONSABILIDAD
Con esfuerzo, Miguel aprendió un oficio: trabajaba como pintor y era el sostén económico y emocional de su familia. Sus días transcurrían entre el trabajo, el cuidado de sus hijos y los planes de obtener la ciudadanía a través de su esposa.
“Mi esposo Miguel era un buen hombre, un padre cariñoso”, recordó Stephany al hablar del vacío que deja.
EL GIRO TRÁGICO: DEL ARRESTO A LA CUSTODIA DEL ICE
Su vida tomó un rumbo inesperado el pasado 8 de agosto, cuando fue arrestado por conducir bajo los efectos del alcohol. Un día después fue trasladado a la custodia del ICE, que lo retuvo por su situación migratoria irregular.
Cuando ocurrió el ataque a las oficinas de inmigración en Dallas, Miguel quedó en medio del fuego. Recibió múltiples disparos que le atravesaron el cuello, el hombro y el coxis. Desde la primera noche en el hospital, los médicos sabían que su estado era crítico.
ESPOSADO HASTA EL FINAL
Incluso en la agonía, Miguel estuvo esposado y bajo la vigilancia constante de agentes del ICE. Sus visitas fueron limitadas, lo que aumentó la indignación de su familia y de la comunidad.
Su hermana Gabriela Gauffeny organizó una campaña en GoFundMe para recaudar fondos y enfrentar los gastos médicos y funerarios. Las vigilias realizadas en ambos lados de la frontera se convirtieron en un acto de resistencia y de memoria compartida.
OTRAS VIDAS, OTROS DUELOS
La tragedia alcanzó también a Norlan Guzmán Fuentes, salvadoreño de 37 años, quien murió en el lugar. Su familia relató que enfrentaba un proceso de deportación y soñaba con volver voluntariamente a Jiquilisco, su pueblo natal.
El tercer herido fue José Andrés Bordones Molina, venezolano, quien permanece hospitalizado. Su recuperación sigue en duda, mientras su familia guarda silencio ante la incertidumbre.
EL ATAQUE Y LA INDIFERENCIA OFICIAL
El responsable fue Joshua Jahn, estadounidense de 29 años, quien abrió fuego contra las oficinas del ICE antes de suicidarse. En una nota dejó asentado su propósito: “causar verdadero terror” a los agentes de inmigración. Ninguno resultó herido.
La administración Trump, sin embargo, enfocó la narrativa en la supuesta amenaza a los agentes del ICE, minimizando el sufrimiento de las víctimas migrantes y de sus familias.
UN REFLEJO DE LA FRAGILIDAD MIGRANTE
La historia de Miguel Ángel es un recordatorio del costo humano de la violencia y de la indiferencia institucional.
Más allá de los números, de los discursos y de los procesos migratorios, su muerte refleja lo que viven miles de familias: una vida construida con sacrificio que puede ser arrebatada en segundos, dejando huérfanos, viudas y comunidades enteras en duelo.
“Cada migrante carga un sueño y un riesgo”, repiten quienes lo conocieron. En Miguel, su comunidad ve reflejada la esperanza truncada de tantos que partieron para dar a sus hijos lo que ellos no tuvieron.
@emeequis